Cristo, la piedra angular
En esta Cuaresma acojamos el bien superior que Dios quiere para nosotros
El mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2022 refleja tres temas fundamentales que nos hablan con fuerza acerca de los retos y las oportunidades de nuestra época.
El primer tema es la obediencia. Normalmente pensamos en la obediencia en términos de “seguir órdenes” u obedecer reglas establecidas por una autoridad superior, pero el significado más completo y espiritual de este término sugiere “apertura” o “docilidad.”
Somos obedientes cuando dejamos de lado libremente nuestra propia voluntad, nuestros deseos e incluso aquello que percibimos como un derecho y hacemos esto por amor y respeto a los demás, porque confiamos en que quienes ocupan puestos de autoridad tienen en mente el bien común al estipular las leyes y las normas que se nos pide que cumplamos.
Ser obediente a la voluntad de Dios requiere apertura, confianza y amor. Debemos renunciar a nuestros intereses egoístas y acoger el bien superior que Dios nos tiene preparado, lo que a su vez requiere escuchar piadosamente con un corazón puro y despejado. “Esto ya es un motivo de alegría,” asegura el Papa Francisco. “Somos colaboradores al servicio de Dios” (1 Cor 3:9).
Cuando somos verdaderamente obedientes, dejando de lado nuestra propia voluntad en deferencia a la voluntad de Dios para nosotros, somos libres para vivir como hijos de Dios y como discípulos misioneros de Jesucristo. Esta llamada a ser hijas e hijos obedientes de nuestro Padre Celestial gracias al poder del Espíritu Santo, “no tenemos que verla como un peso,” dice el Papa, “sino como una gracia con la que el Creador quiere que estemos activamente unidos a su magnanimidad fecunda.”
El segundo tema es la conversión. El Papa Francisco describe así los obstáculos a los que nos enfrentamos: “Frente a la amarga desilusión por tantos sueños rotos, frente a la preocupación por los retos que nos conciernen, frente al desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás.” Para salir de la prisión del egoísmo que nos hemos construido, debemos abrir los ojos y los oídos, y cambiar nuestros corazones.
Esto es lo que significa la conversión: cambiar nuestras mentes y corazones para que, como dice el Papa Francisco, “la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir.”
La verdad y la belleza no se encuentran en comunidades cerradas rodeadas de muros y alambradas. Se encuentran en la apertura a “las fuerzas secretas del bien que se siembra” que, tal como nos enseña el Sumo Pontífice, “nos libera de las estrechas lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones el amplio alcance de la gratuidad, introduciéndonos en el maravilloso horizonte de los benévolos designios de Dios.”
La Cuaresma nos llama al arrepentimiento y a la renovación. Nos invita a dejar que el Espíritu Santo provoque una verdadera conversión en nuestra forma de pensar, sentir y actuar. La conversión implica un cambio radical en nuestra actitud: del egoísmo al servicio generoso a los demás.
El tercer tema de la Cuaresma es hacer el bien. “No nos cansemos de hacer el bien,” dice san Pablo en su carta a los Gálatas, “porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos” (Gal 6:9-10).
El mensaje de Cuaresma de 2022 del Papa Francisco amplía este tema al añadir:
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No nos cansemos de orar.
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No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida.
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No nos cansemos de luchar contra la concupiscencia.
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No nos cansemos de hacer el bien en la caridad activa hacia el prójimo.
Durante la Cuaresma, el ayuno y la abstinencia son importantes porque son formas de disciplina espiritual que nos preparan para el anticipo de la alegría que experimentaremos en la Pascua, cuando celebremos la resurrección de Cristo y su decisiva victoria sobre el pecado y la muerte. Al mismo tiempo, “hacer el bien” (la caridad activa hacia el prójimo) también es fundamental para nuestra observancia de la Cuaresma.
Los monjes benedictinos de San Meinrad, en el sur de Indiana, tienen una tradición cuaresmal muy arraigada: cada monje escribe en un papel las buenas obras (bona opera en latín) que piensa realizar durante el tiempo de Cuaresma y el Miércoles de Ceniza el abad las bendice. Por eso, cuando nos preguntamos “¿A qué debo renunciar este año en la Cuaresma?” quizás deberíamos añadir: “¿Qué buenas obras me comprometo a hacer por los demás en esta Cuaresma?”
Por supuesto, la obediencia, la conversión y el hacer el bien deben ser siempre una parte integral de la vida cristiana diaria, pero la Cuaresma es un tiempo para desarrollar aún más la conciencia.
En esta Cuaresma, aprovechemos las lecturas, las oraciones y las intenciones que nos ofrece la Iglesia para escuchar atentamente la Palabra de Dios, negarnos a nosotros mismos y realizar actos de caridad cristiana en nombre de Jesús. †