Cristo, la piedra angular
El miércoles de ceniza nos recuerda que necesitamos el amor y la misericordia de Dios
“Oh Dios, que no deseas la muerte a los pecadores sino su conversión, escucha piadosamente nuestras súplicas y en tu bondad, dígnate a bendecir estas cenizas que vamos a imponer en nuestras cabezas para que, reconociendo que no somos más que cenizas y nos convertiremos en polvo, y fieles a las prácticas cuaresmales, podamos obtener el perdón de nuestros pecados y la renovación de nuestras vidas a imagen y semejanza de tu Hijo Resucitado.” (Oración de bendición de las cenizas)
El próximo miércoles 6 de marzo celebramos uno de los días más populares del calendario eclesiástico, el Miércoles de Ceniza, en el cual recordamos una de las verdades más elementales sobre nosotros mismos: que somos polvo y en polvo nos convertiremos.
Las cenizas que nos imponen en la frente en forma de cruz nos recuerdan nuestra mortalidad, pero también nos vinculan al milagro de nuestra redención. La cruz, que es un instrumento de muerte, se ha transformado en un signo de vida; lo que una vez fue una forma cruel de pena capital se ha convertido para nosotros en un símbolo de esperanza, gracias a la función que desempeñó en la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
El Miércoles de Ceniza está a 40 días de nuestra celebración del triduo pascual, pero la señal en la frente representa una declaración impactante de la travesía desde la muerte hacia la nueva vida que es nuestra herencia como cristianos bautizados. Sí, somos polvo, pero este ha sido transformado por la gracia y un día se reunificará con nuestras almas inmortales cuando resuciten los muertos en el Día Final.
Mientras tanto, resulta oportuno recordar que Dios formó a la humanidad a partir del polvo de la tierra. El hecho de que seamos polvo y que un día volveremos a la tierra de la que provenimos, debería ser una invitación a la humildad. No somos dioses ni seres autosuficientes, sino criaturas que dependen de la gracia de Dios para todo lo que tenemos y somos.
Al mismo tiempo, la cruz de cenizas colocada en la frente nos recuerda que tenemos un destino más excelso. Somos hijos de Dios llamados a la vida eterna en la alegría celestial que augura el misterio pascual.
La liturgia del Miércoles de Ceniza hace énfasis en el arrepentimiento que constituye un elemento fundamental de este día y de toda la Cuaresma, y que debe ser genuino y no una demostración superficial de falsa humildad. “Aun ahora—declara el Señor—volved a mí de todo corazón, con ayuno, llanto y lamento. Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos; volved ahora al Señor vuestro Dios, porque Él es compasivo y clemente, lento para la ira, abundante en misericordia, y se arrepiente de infligir el mal” (Jl 2:12-13).
El Miércoles de Ceniza no es para los hipócritas sino para los hombres y mujeres que entienden que son pecadores llamados a arrepentirse y a confiar en la piadosa bondad de Dios. “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a lo inmenso de tu compasión, borra mis transgresiones. Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado” (Sal 51:1-2).
En la lectura del Evangelio del Miércoles de Ceniza (Mt 6:1-6, 16-18), Jesús advierte a sus discípulos (y a todos nosotros): “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Por eso, cuando des limosna, no toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres” (Mt 6:1-2). La humildad, no la hipocresía, es el objetivo de las prácticas de oración, ayuno y limosna de la Cuaresma. “Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas” (Mt 6:16), dice Jesús. ¡Nuestro Padre que ve lo que se oculta en nuestros corazones nos bendecirá con su amor y su misericordia!
Los monjes de la archiabadía de Saint Meinrad en el sur de Indiana tienen una tradición llamada bona opera (buenas obras) que practican el Miércoles de Ceniza. En ella, cada monje escribe una lista de buenas obras que realizará durante la Cuaresma y se la entrega en privado al archiabad, sin compartirla con los demás monjes. Con la bendición del archiabad, cada monje realiza sus buenas obras calladamente, con la confianza de que la bendición de Dios lo sustentará en la oración, en su ayuno y las buenas obras que hace como parte de su práctica cuaresmal.
Hay un motivo fundamental por el cual el Miércoles de Ceniza es tan popular: apela directamente a nuestra condición humana y nos recuerda que en verdad necesitamos el amor y la misericordia de Dios. ¡Que nuestra celebración del Miércoles de Ceniza la próxima semana nos renueve en esperanza y alegría al iniciar nuevamente el camino hacia la Pascua! †