July 24, 2015

Alégrense en el Señor

Las buenas escuelas ayudan a romper el círculo vicioso de la pobreza

Archbishop Joseph W. Tobin

Cómo podemos romper el círculo vicioso de la pobreza multigeneracional? La respuesta es sencilla, pero no fácil de aplicar: teniendo buenas escuelas.

Tal como lo expresamos los obispos en nuestra carta pastoral publicada recientemente, titulada Pobreza en la Encrucijada: la respuesta de la Iglesia ante la pobreza en Indiana: “El origen de la pobreza es complejo y sus causas deben abordarse de forma eficaz mediante un enfoque integral y multifacético al desarrollo social, económico, cultural y espiritual.” Creemos que existe una llave que abre las puertas hacia este enfoque integral y multifacético y que esa llave es ofrecer a los alumnos oportunidades para que aprendan y se desarrollen como seres humanos inteligentes, creados a imagen y semejanza de Dios.

Cuando nos enfrentamos al desconcertante problema de la pobreza, con toda razón nos sentimos tentados a concentrar nuestra atención y recursos de caridad para atender las necesidades inmediatas de alimento, vivienda y atención médica de los pobres. Y ciertamente estos son aspectos importantes y urgentes que no pueden ser ignorados.

Pero en realidad no podemos darnos el lujo de ignorar las cuestiones más polémicas referentes a la política pública, en especial la necesidad de romper el ciclo de la pobreza multigeneracional mediante la creación de oportunidades para recibir una educación excelente.

Si deseamos abordar las causas fundamentales de la pobreza aquí en Indiana, así como en nuestro país y en la comunidad global, debemos recurrir a la educación, específicamente en las escuelas primarias y secundarias, así como en nuestros institutos de educación superior y universidades.

Tal como lo señalamos en Pobreza en la Encrucijada, existe una relación íntima entre familia y educación. Los padres son los primeros educadores de sus hijos y los más importantes.

Cuando los padres valoran la educación, se abre una salida de la fosa que a menudo representa la pobreza. Es por ello que es tan importante brindar a los padres verdaderas opciones para la educación de sus hijos, incluso acceso a escuelas católicas económicas y otras escuelas privadas, así como también a excelentes escuelas públicas y subvencionadas.

Al abrir el abanico de oportunidades escolares se crea esperanza para el futuro de los padres y sus hijos. Y si las escuelas elegidas verdaderamente tienen el compromiso de ayudar a los alumnos a aprender y a crecer, las probabilidades de que los jóvenes tengan éxito en la vida son mucho, mucho mayores. Las buenas escuelas ayudan a romper el círculo vicioso de la pobreza.

En Pobreza en la Encrucijada también damos testimonio del efecto que produce la pobreza sobre la capacidad de una familia para brindar educación de calidad a sus hijos:

“Los niños pobres a menudo tienen hambre, están desnutridos y tienden a tener períodos de concentración escasos. Carentes de atención, con frecuencia demuestran comportamientos inadecuados. Quizás vivan en automóviles o en albergues temporales y raramente disfrutan de suficiente descanso físico. Las mudanzas constantes significan que la asistencia a la escuela se torna difícil, cuando no imposible. A nadie debería sorprender que los niños pobres tengan dificultades para aprender, desarrollar y poner a prueba sus aptitudes y habilidades, así como para reconocer la importancia que tiene culminar con sus estudios para poder competir con los demás en un mercado laboral exigente.”

Como discípulos de Jesucristo, el maestro y sanador supremo, estamos llamados a responder al clamor de ayuda que piden los niños y adolescentes pobres todos los días. No nos sentimos conformes con el hecho de que niños y adolescentes tengan que acudir a escuelas burocratizadas y fallidas. Nos vemos obligados—como parte de la responsabilidad que emana del Evangelio—a intervenir y hacer todo lo humanamente posible (con la ayuda de la gracia de Dios) para ayudar a que las familias eduquen a sus hijos.

Tal como indicamos en nuestra carta pastoral:

“Nuestra tradición católica nos exige el compromiso de educar a la persona como un ser integral: mente, cuerpo y espíritu. Nos rehusamos a ser fatalistas en relación con las esperanzas y sueños para el futuro de las familias y los niños pobres, inclusive aquellos que han vivido en la pobreza multigeneracional. Hemos visto con nuestros propios ojos la diferencia que puede hacer una educación de calidad en las vidas de los niños y sus familias.”

El papa Francisco nos recuerda que la Iglesia está llamada a ser verdaderamente “por y para los pobres.” Para que esta dimensión fundamental de la misión de nuestra Iglesia tenga éxito debemos esforzarnos para ofrecer a todos los niños y adolescentes, pero especialmente a los pobres “una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores” (“La alegría del Evangelio,” #64).

Creemos de todo corazón que este es el camino de salida de la pobreza para personas y familias. Y estamos convencidos de que es la mejor forma de construir una sociedad justa, económicamente productiva y dedicada a la promoción y la defensa de la dignidad humana de todos sus ciudadanos.

La Iglesia Católica posee un compromiso férreo con la educación y especialmente la educación de los pobres. Más de dos siglos de experiencia en Estados Unidos nos han convencido de la poderosa función que desempeña la educación para ayudar a que las familias produzcan ciudadanos prósperos, trabajadores y profesionales.

Demostremos nuestro sincero agradecimiento a todos los maestros y a todos aquellos que dirigen nuestras escuelas católicas, ya que en verdad están contribuyendo a romper el círculo vicioso de la pobreza. †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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